A las 8:00pm las luces de iluminación del Palacio de Cristal se apagaron, los asistentes que acudieron al lugar para ver la obra La Quiero a Morir impacientes esperaron su inicio.
La música instrumental estuvo acompañada por la coreografía de nueve personas vestidas de negro, con antifaz del mismo color que se dirigieron lentamente hacia el centro del escenario. La intervención del coro demostró coordinación en todo momento.
Así lo expresó Carolina Lizarzaburu, miembro del coro Anamaranto, quienes se prepararon para la obra desde enero y en abril hicieron los ensayos. Para ella fue una experiencia agradable el haber sido parte de una presentación de Martha Ormaza.
Un grito de desesperación marcó el inicio de la presentación.
Apareció lo humano, un hombre alto, de cuerpo fornido, que vestido con traje verde y botas cafés, representó a un combatiente de guerra. De otro lado estuvo lo divino, Martha Ormaza, actriz ecuatoriana, interpretó a la libertad. Ella lució un vestido beige con historia. Sí, éste fue el vestido del aparente “matrimonio” de su hermana menor, quien hizo creer a su padre que se casó el eclesiástico.
En los diálogos predominó la fuerte voz del argentino Juan José Gatto. En el primer acto, la aparición de dos personas con cuatro barajas en sus manos aludió al primer juego que ganó el libertador.
El sonido de tambores acompañó el baile de ambos en el centro del teatro, poco a poco bajo el ritmo de la canción, lo que dio paso a un nuevo diálogo.
Dos personas lo llevaron en hombros a la vez que una nueva intervención de “los héroes no existen” permitió el regreso de él, herido, con su voz agitada, el traje roto y adolorido por los golpes. Una canción de cuna lo hizo dormir.
Despierto corrió de un lugar a otro, enloquecido afirmó que era un criollo con la espada al asecho. Cayó lentamente al piso y admitió sentirse desgastado y humilde, mientras repitió constantemente que solo esta noche quería sentirse así.
Minutos después, la actriz con un libro entre sus manos habló sobre la historia del hombre y su lucha por la libertad, en un intercambio de palabras entraron dos jóvenes con un dibujo de rayuela sobre una tela blanca. Así empezó otra disputa, saltaron de un lugar al otro hasta que un enérgico “pisaste la raya” dicho por el actor dio paso a que el jugara. En efecto, él ganó, como lo hizo también en la tercera parte que correspondió al juego de dados.
Pero en el último, la suerte no lo favoreció. Triunfó la libertad con un jaque mate de ajedrez. El sonido estruendoso de una bomba de la que se desprendió humo hirió al soldado que cayó agonizante en unas gradas, mientras moribundo repitió “solo mi libertad… La Quiero a Morir”.
Los aplausos dieron paso a la intervención de Martha para agradecer a los colabores y al público, una de las asistentes con gesto de admiración hacia la actriz le entregó un ramo de rosas.
Las luces se prendieron y la gente conforme con la presentación abandonó el lugar. Para Jorge Salazar, de 47 años, la obra fue interesante por el cuestionamiento que se hizo sobre la libertad y los héroes, además por la actuación de los miembros del coro, la percusión así como la música en vivo.
Jaime Andrade, de 58 años, es un fiel seguidor de las Marujitas. Acudió al Itchimbia con su esposa y su hijo de 17 años, la presentación llenó sus expectativas. Principalmente, por la actuación de Martha que esta vez se involucró con un papel distinto a la comedía y lo interpretó bien.
Rosa Mena, de 50 años, llegó en compañía de sus dos hermanas. Pese a no haber estado desde el inicio de la función afirmó que fue excelente la actuación de Ormaza esta vez sin compañía de las recordadas Marujitas. Además de la percusión y la música en vivo con que se trabajó.
Los jóvenes también se dieron cita. Javier Noriega, de 18 años, estudiante de la Alianza Francesa, explicó que la obra fue excelente porque mezclaron cosas importantes como la libertad que generalmente es asociada con Estados Unidos por la estatua. En esta ocasión fue enfocada con las diferentes batallas que hubo durante la época de colonización.
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