martes, 23 de junio de 2009

Un pedazo de artesanía ecuatoriana

Dibujos de indígenas trabajando en sus artesanías en la pared, el color llamativo de los productos nacionales, dos entradas principales y pequeñas puertas de hierro a su alrededor, así se vislumbra al Mercado Artesanal de Quito, ubicado en las calles Jorge Washington y Reina Victoria

Este lugar está conformado por 180 locales, y a su alrededor el comercio informal se vuelve el sustento económico para los vendedores de relojes, gafas, manteles y por supuesto algunos hippies que trenzan el cabello de las personas.

Los artesanos exponen su trabajo a los visitantes que en su mayoría son extranjeros. Se hacen tatuajes y perforaciones en todo el cuerpo.

Es un espacio para la variedad y no cabe duda; se puede encontrar desde joyas de plata, sombreros de paja, vestimenta, adornos con logotipos del Ecuador hasta los tradicionales y muy deliciosos helados de paila.

Entre los comerciantes predomina la amabilidad, parecen una gran familia de ecuatorianos esperando con los brazos abiertos a los “gringos” como los llaman.

Este centro artesanal cuenta también con un patio central rodeado de veinte y dos locales, una gruta del Niño Jesús, bancas de cemento, arbustos y basureros a fin
de mantener limpio el sitio.

Si usted desea conocer el lugar no dude en hacerlo, gente amable y productos bien elaborados llamaran su atención.



lunes, 22 de junio de 2009

Línea de Tiempo

David Pavón

Matizzes

Quito, cuna de arte musical

Los jesuitas marcaron la historia musical en Latinoamérica desde mediados del siglo XX.

Fue el arpa el instrumento que mejor llegaron a tocar.


Con este precedente surgió el fandango que hablaba sobre los vicios de los quiteños y se acompañaba de un baile con escenas obscenas, por ello fue penalizado.


Con el pasar del tiempo surgió el pasillo, su nombre se debe a que al ser un ritmo más acelerado que el vals, los danzarines debían realizar pasos cortos y rápidos al bailar (pasillos).


Ya en el siglo XX fue el yaraví el que contagio a la ciudad de Quito, se convirtió en un canto fatalista. A la par surgió otro como el danzante, que se acompaña de un personaje indígena disfrazado que baila en las fiestas andinas.


En Quito todavía hay quienes dedican su tiempo a esta pasión nacional. Alfredo Samaniego es uno de ellos. Junto a su grupo Vientos Andinos ha realizado una gira por Europa. Para él, es importante que la música se mantenga en Quito, pero sin olvidar estos géneros que representan la identidad nacional.


Además del folclor interpretado por el grupo Pueblo Nuevo que con el buen acompañamiento de instrumentos andinos llevan su música al extranjero.

La preparación en este arte es vital. Iván Gómez, de 26 años, toca el saxofón desde los ocho años. Es integrante de Suburbia. En esta banda las letras hablan sobre la sociedad y los constantes problemas que atraviesa. Buscan una ciudad con días mejores.


Así el reggaeton, género reciente tiene su importancia en la escena quiteña con Santiago Morales, joven dedicado a este ritmo que ha buscado dar un giro como artista y proyectarse hacia otros lugares.


Para Alfredo Carvajal, músico y productor, cada género tiene su importancia de acuerdo al sonido y lírica que transmita. Quito es una ciudad netamente cultural, por ello hay diversas aficiones en cuanto a la música.

Matizzes en escena musical

La música en Quito se mantiene. Los tríos no han desaparecido y continúan deleitando con sus melodías a los seguidores.
Matizzes, grupo conformado desde hace diez años es uno de ellos. Hacen presentaciones en distintos lugares y esta vez animaron a las personas que se encontraban en el Centro Comercial Espiral.

Pese a la emotividad que desbordan los músicos, la tristeza marca sus semblantes cuando se les pregunta si creen que nuestra música se ha perdido con la parición de nuevos géneros que siguen los jóvenes.
David Pavón, de 37 años de edad, cree firmemente que ahora es más fácil dejarse llevar por la rítmica en las canciones que analizar la composición de sus letras.

Es por esta razón que mantienen en su repertorio un sinnúmero de géneros como baladas, pasillos, boleros, sanjuanitos, albazos y tonadas para demostrar que las raíces culturales siguen vivas y no deberían desaparecer.

Tribu… bien hecho en Ecuador

Gente amable, artículos de buena calidad, locales pintados con colores llamativos, canciones de Bob Marley y un aroma a incienso conducen inevitablemente a turistas y visitantes a conocer una Tribu diferente.

Así se visualiza a esta empresa nacional con proyección internacional. Se posesionó como marca hace siete años y como producto hace quince.

La idea según comenta Jorge Bustillos, uno de sus miembros, surgió en un grupo de personas que buscaron hacer objetos con modelos urbanos dándoles un corte artesanal, para ello utilizaron símbolos precolombinos como soles y animales de la región que es justamente lo que llama la atención de los compradores.

Bolsos, billeteras, zandalias, agendas y prendas de vestir con colores, símbolos atractivos y un corte original son apenas una pequeña muestra de una gran variedad que ponen a disposición.
“La chaquetas van fuera del modelo tradicional” afirma Bustillos.

Es por ello que materiales artesanales como lienzo, lienzilllo y algodón son la base de estos productos bien hechos en Ecuador, mismos que en la actualidad se han exportado a Alemania, España y Reino Unido generando una ganancia por país de $5000 mensuales.

Cada una de las entradas del Mercado Artesanal cuentan con la presencia de este grupo de jóvenes emprendedores, completando así sus ventas en seis locales comerciales y en su sede principal ubicada frente a este centro de artesanías.

Alrededor de 50 personas trabajan en la fabricación de los productos, y otras treinta en atención al cliente. Además tienen sucursales en el Centro Comercial Iñaquito (CCI), Condado Mall, San Luis Shopping y Mall El Recreo.

Sin lugar a dudas, este es un grupo líder en Quito, el cual con años de esfuerzo y dedicación ha logrado posesionarse en el mercado ecuatoriano demostrando que en el país existe gente que realiza trabajo de calidad.

“Somos ARTEsanos ellos mercaderes”


No cabe duda de que en Quito hay que buscar formas de trabajar. Desde empresarios hasta quienes hacen trenzas, para todos hay un espacio en la ciudad. Tienen una meta en la vida, ganas de progresar.


En la avenida Amazonas y Jorge Washington se encuentra a diario a un grupo de vendedores de artesanías. Uno de ellos es Jhonny Proaño, de 45 años de edad, quien con una actitud tranquila no tiene vergüenza en aceptar que se dedica a hacer trenzas y joyería desde hace dos años y que uno de sus pasatiempos es fumar marihuana.


Su rutina comienza a la una de la tarde, hora en la que se despierta, se viste y va a la misma esquina en la que labora desde hace seis años hasta hacer “billete”.


Empezó de poco en poco y ahora como él mismo lo dice es un “maestro”. Sin embargo, la vida es dura y éste no es un trabajo que signifique una buena ganancia, los días viernes son los mejores porque llega a ganar hasta “20 dólares trenzando el cabello especialmente de extranjeros. Se demora en esta actividad alrededor de media hora, es algo que le gusta porque aprendió en la calle junto a sus amigos.


Entre ellos no hay distinción, como él afirma son una gran familia feliz y son bien recibidos todos, ya sea para trabajar, reír, cantar e incluso tomar.


Sin temor a que la policía los arreste por ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública, comparten y trabajan honradamente porque sus clientes ven como se hace su trabajo a diferencia de los locales del Mercado Artesanal ubicado frente a su esquina donde las cosas ya están prefabricadas.

Punkeros “Todo el que quiera ser mi amigo, aquí está el Frank para hacerse pana”



Punkeros, así se denomina a los seguidores de este género musical que ha cobrado fuerza en Quito en los últimos diez años. Sin embargo, el punk está presente desde hace 32 años en el Ecuador.

Hablar de ellos es referirse a personas con una ideología diferente, con vestimenta y peinados extravagantes.

Son aficionados del ska y el punk porque reflejan la actitud de la sociedad, porque sus letras tienen una carga de concienciación y que mejor manera de hacerlo que por medio de la música.


Sin embargo, es importante recalcar que son jóvenes tranquilos y que no se los debe estigmatizar por su apariencia.

Tienen ideales en la vida, son románticos. Al menos así lo demuestra Franklin, de 20 años de edad, quien acompañado de su novia accedió a la entrevista, con un pequeño obstáculo, no permitir fotografías de su rostro por seguridad.


Afirma que este tipo de músico lo atrajo desde los 15 años. Siempre le gustó la música extrovertida y fue un amigo del colegio quien le hizo escuchar canciones “chéveres” de punk.


¿Por qué la rivalidad contra los seguidores de otros géneros como el reggaeton?

Responde eufórico que el reggaeton no es de su agrado, porque la música es arte y está para hacer conciencia en la gente más no para transmitir ideas de sexo. Pero como todo un antifascista respeta aunque no comparte.

Es tranquilo, por ello no ha tenido inconvenientes con otros jóvenes de su edad, pero recuerda que ha tenido problemas con el grupo denominado skinheads (cabezas rapadas) porque tienen una ideología muy cerrada.

Cordial termina la entrevista y accede a que se hagan un par de fotografías de su espalda, gustoso de colaborar dice “todo el que quiera ser mi amigo, aquí está el Frank para hacerse pana”.

“Aquí vienen los clientes que se quieren”


Juan Carlos Naranjo realiza tatuajes y perforaciones en su local “House of style” desde hace cinco años. Este biólogo de profesión y artista por vocación confiesa haber aprendido junto a su hermano Mauricio a hacer tatuajes porque no era un campo muy explotado en la ciudad. Son pioneros en el Ecuador desde 1993.

A sus 26 años ha incrementado la calidad en su trabajo por medio de cursos de primeros auxilios, bioética y seguridad de arte en tatuajes ofreciendo así confianza a sus clientes. Por su local han pasado personajes como Marián Sabaté y concursantes de reality shows. A diario hace de tres a cuatro tatuajes, cuyo costo mínimo es de $40. Sin embargo, uno de los problemas por los que atraviesa es la competencia desleal que han generado personas sin experiencia, quienes cobran precios bajos pero no trabajan con precaución.

Lamentablemente la gente acude a ellos y permite que marquen su cuerpo sin tomar medidas de sanidad, lo cual es importante para evitar el traspaso de enfermedades como el VIH. Por esta razón afirma que “aquí vienen los clientes que se quieren”. Una de las normas en su negocio ubicado en el Centro Comercial Espiral es realizar “tattoos y piercings” como él los llama a mayores de 18 años. En el caso de ser menores de edad deben contar con la autorización de sus padres para afianzar la seguridad en el cliente. El ambiente acogedor y los productos esterilizados atraen a la gente que circula por el lugar.